A raiz de mi operación de la columna, hice la promesa de participar (mientra estuviera en Venezuela), en la Peregrinación de San Sebastián, esta perigrinación se realiza el último sábado del mes de enero. Es una caminata desde El Limón, en Maracay, hasta Ocumare de la Costa, cruzando el Parque Henri Pittier.
Los primeros once kilómetros de la caminata, desde el Limón hasta "Rancho Grande"
, son en subida. Se ascienden unos 600 metros de altura. El principio del recorrido es de noche, poco a poco empieza a amanecer. Abajo se ve la ciudad de Maracay con sus luces, cada vez más lejos. ¡Qué feliz se siente uno cuando se llega a Rancho Grande, sabiendo que la subida ha terminado!
Al poco tiempo, empieza el descenso, un largo descenso de unos 24 kilómetros. La carretera serpentea dejando ver de vez en cuando, a través de unos claros, la costa. En los 10 puestos de control que hay a lo largo del recorrido, los voluntarios le ofrecen a uno mandarinas, barras nutricionales, jugos, patillas (sandías), cambures (bananas), además de agua y de palabras de aliento.
Finalmente, después de mucho caminar, en el kilómetro 31, se llega a La Trilla, un pequeño poblado que es la prime
ra población desde la salida. Allí se empieza a ver el río Cumboto. Algunos peregrinos aprovechan la oportunidad para descansar un poco, darse un baño o, sencillamente, para remojar sus pies cansados. También puede ser la oportunidad para comer algo más contundente que las barras nutricionales o que las frutas, algo así como una buena empanada.
Durante todo el trayecto hay atención médica para cualquiera que tenga dificultades. También hay unas camionetas que se dedican a recoger a los caminantes agotados que ya no tienen fuerzas para llegar o que tienen ampollas en los pies, o sencillamente que ya no dan más.
Una de las satisfacciones más grandes es cuando se empieza a ver los primeros indicios del pueblo. Los espectadores lo animan a uno bien sea aplaudiendo, bien sea indicando que la meta está cerca.
Al poco tiempo, empieza el descenso, un largo descenso de unos 24 kilómetros. La carretera serpentea dejando ver de vez en cuando, a través de unos claros, la costa. En los 10 puestos de control que hay a lo largo del recorrido, los voluntarios le ofrecen a uno mandarinas, barras nutricionales, jugos, patillas (sandías), cambures (bananas), además de agua y de palabras de aliento.
Finalmente, después de mucho caminar, en el kilómetro 31, se llega a La Trilla, un pequeño poblado que es la prime
Durante todo el trayecto hay atención médica para cualquiera que tenga dificultades. También hay unas camionetas que se dedican a recoger a los caminantes agotados que ya no tienen fuerzas para llegar o que tienen ampollas en los pies, o sencillamente que ya no dan más.
Una de las satisfacciones más grandes es cuando se empieza a ver los primeros indicios del pueblo. Los espectadores lo animan a uno bien sea aplaudiendo, bien sea indicando que la meta está cerca.
Sin embargo, no hay nada más convincente que el ver la pancarta de llegada, esa visión le hace a uno olvidar el cansancio, el dolor en los pies y en los músculos y le da a uno la energía para los metros finales.
Al cruzar el puesto final, se encuentra uno frente a la linda iglesia de Ocumare de la Costa. Buena oportunidad para ofrecer a San Sebastián el certificado recibido, para rezar, o sencillamente para sentarse en un banco.
Bueno Amigos virtuales, hasta otra oportunidad